El Libro de Mormón se publicó por primera vez el 26 de marzo de 1830, hace hoy 194 años. Los profetas del Libro de Mormón, desde Nefi hasta Moroni, esperaban ese día, cuando su registro “[hablará] desde la tierra, y sus palabras susurrarán desde el polvo, y su voz será como uno que evoca a los espíritus […] y su habla susurrará desde el polvo” (2 Nefi 26:16). Además, las palabras del Libro de Mormón serían “como uno que clamaba de entre los muertos, sí, como uno que hablaba desde el polvo” (Moroni 10:27).
Este lenguaje se basa en Isaías 29, y estas expresiones emplean “fuertes connotaciones de resurrección” para describir la aparición del registro nefita en los últimos días1. Estas connotaciones y alusiones cristológicas parecen haber sido particularmente deliberadas. Como explicó George Mitton, “el Libro de Mormón ha sido originado por el poder de Dios mediante un procedimiento milagroso que hace que ejemplifique el modelo establecido por la vida y la misión de Cristo, incluida Su sepultura y resurrección”. Tales semejanzas incluyen “[1] su rechazo [por los detractores], [2] su sepultura y posterior resurrección de la tierra; [3] la atestación de su realidad por once testigos especiales elegidos por el Señor; y [4] con ayuda angélica, la ascensión al cielo de las planchas de oro en las que estaba escrito el libro, con la promesa de su futuro regreso”2.
John Tvedtnes también observó que muchas culturas antiguas enterraban escritos sagrados, a veces escritos en planchas de metal, con sus muertos u ocasionalmente ellos mismos “en una caja parecida a un ataúd”. Detrás de esta acción ritual estaba la creencia de que “al igual que los muertos resucitarán, también los registros llegarán a las generaciones futuras”3. De una manera muy real, entonces, el Libro de Mormón podría ser descrito como un libro resucitado, habiendo sido enterrado y milagrosamente traído a audiencias futuras.
A la luz de estas similitudes, la comparación de estos dos milagros puede aportar ideas esclarecedoras a los lectores modernos4. De hecho, como Joshua Gehly ha observado recientemente, muchas de las evidencias observadas por los eruditos del Nuevo Testamento que realzan la validez histórica de la Resurrección de Jesucristo pueden emplearse igualmente para evaluar la aparición del Libro de Mormón. Estas evidencias van desde la realidad de una caja vacía en una colina hasta los tipos de testigos llamados a establecer la realidad de los milagros5.
La evidencia de una caja de piedra (o tumba) real y vacía de la que surgieron Jesús y las planchas está atestiguada tanto por creyentes como por incrédulos. Así como la tumba de Jesús estaba a poca distancia para que cualquiera en Jerusalén pudiera confirmarlo, la colina de donde José obtuvo las planchas era bien conocida, y cualquiera en la vecindad podía confirmar si alguna vez existió algún agujero o caja de piedra6.
De hecho, antes de que Oliver Cowdery y David Whitmer conocieran al profeta José Smith, cada uno de ellos había visto la caja de piedra vacía o había hablado con personas que la habían visto, muchas de las cuales se oponían profundamente al Libro de Mormón, pero aun así creían que las planchas eran un tesoro real que merecía su atención. Por ejemplo, David Whitmer recordó: “Conversé con ciertos jóvenes, quienes dijeron que José Smith ciertamente tenía planchas de oro”. Cuando David les preguntó cómo sabían que José Smith tenía las planchas, estos individuos respondieron: “Vimos el lugar en la colina de donde él [José] las sacó, tal como él lo describió”7.
Asimismo, cuando Oliver Cowdery viajó a Harmony, Pensilvania, se encontró con individuos que habían amenazado con hacerle daño a José Smith si no entregaba las planchas. “Cuando se les preguntó cómo sabían que se había encontrado semejante tesoro”, se informó más tarde, “varios afirmaron que habían visto el receptáculo de donde Smith las había sacado” 8.
David incluso informó haber visitado la colina él mismo, donde también vio la caja de piedra. Resumiendo una entrevista con Whitmer, un reportero del Chicago Times declaró: “Tres veces ha estado en la colina Cumorah y ha visto el cofre que contenía las tablas y la piedra vidente [intérpretes nefitas]. Con el tiempo el cofre ha sido arrastrado hasta el pie de la colina, pero estaba a la vista la última vez que visitó el histórico lugar”9. Que pedazos de la caja de piedra fueron arrastrados colina abajo también es atestiguado por otros en el área que encontraron los restos de la caja de piedra10. También se dice que Martin Harris visitó la colina y vio la caja de piedra con otras dos personas11.
Muchos de los que podían comprobar fácilmente que existía una caja de piedra vacía intentaron finalmente robarle las planchas a José, lo que provocó que él y Emma se trasladaran a Harmony, Pensilvania, para traducir el Libro de Mormón (véase José Smith-Historia 1:60-61)12. Como observó Gehly, “la reacción agresiva de la comunidad tiene sentido si la colina contenía una caja de piedra expuesta y vacía. La colina en cuestión estaba a disposición de cualquier curioso para que la investigara por sí mismo”, del mismo modo que la realidad de la tumba vacía de Jesús fue claramente reconocida por varios detractores o enemigos de la iglesia antigua cristiana13.
Además, al igual que una multitud de personas dio testimonio de la Resurrección de Jesucristo, muchos testigos dieron testimonio de la realidad de las planchas. En ambos casos, algunos de estos testigos habrían sido considerados poco confiables o de dudosa credibilidad en su momento.
Por supuesto, de mayor importancia serían los tres y ocho testigos del Libro de Mormón. Estos dos grupos juntos sirvieron como once testigos especiales llamados a ver las planchas. Esto no es diferente a los apóstoles del Nuevo Testamento, que fueron once en número después de la crucifixión. Además, “en el Nuevo Testamento, Tomás fue un testigo tardío separado de los demás, como lo fue Martin Harris con el Libro de Mormón”14. Ninguno de estos once testigos de la resurrección o del Libro de Mormón se retractó jamás de su testimonio, incluso cuando se enfrentaron a una amarga persecución como resultado de ello15.
Además de las personas oficiales llamadas como testigos, hay algunos que han sido llamados “testigos no oficiales” del Libro de Mormón, incluyendo mujeres que vieron o manipularon las planchas. Gehly señaló: “Las mujeres del Nuevo Testamento representan una fuente de testimonio altamente improbable de la tumba vacía. Aunque el mundo había progresado en la década de 1800, el sexismo aún permanecía”, y muchas de las justificaciones para la exclusión de las mujeres de asuntos tales como ser jurado, votar y poseer bienes raíces “se hacían eco de citas de siglos anteriores”. Mientras que las mujeres que rodeaban a José Smith—incluyendo a Lucy Mack Smith, Katharine Smith, Emma Hale Smith y Mary Whitmer—”podrían no ser testimonios creíbles de la misma manera que las mujeres en la tumba […] estas mujeres sí ofrecen un testimonio sustancial de apoyo sobre la realidad de las planchas”16. Lucy, Emma y Katharine sostuvieron o manipularon las planchas y fueron testigos del hecho de que algunas planchas de metal antiguas existían, mientras que Mary Whitmer fue una de las primeras además de José Smith a la que un ángel le mostró las planchas17. Otros testigos, como Josiah Stowell, vieron realmente las planchas mientras las trasladaban y protegían, y Josiah testificó de su experiencia al ver las planchas en un tribunal18.
El propósito del Libro de Mormón, como se indica en su Portada, es “convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones”. Este propósito puede demostrarse a través de la aparición del libro, además de su mensaje, que fue cuidadosamente escrito por generaciones de profetas nefitas. Debido a que conocer la verdad de la Resurrección de Jesucristo es crucial, tiene sentido que el Señor suministre los mismos tipos de evidencia tanto para la Resurrección como para la aparición del Libro de Mormón como “una obra maravillosa y un prodigio” (2 Nefi 27:26). De hecho, “una y otra vez”, la evidencia del Libro de Mormón “sobrepasa la norma establecida por los historiadores para la resurrección”19.
Las evidencias del Libro de Mormón no se limitan, por supuesto, en modo alguno a las que se han discutido anteriormente. A lo largo de la Restauración continua, testigos adicionales han testificado repetidamente de la veracidad del libro20. Este llamado a testificar del Libro de Mormón se extiende igualmente a todos los miembros de la Iglesia, habiendo recibido nosotros mismos un testimonio por medio del Espíritu Santo. Como explicó el élder Richard G. Hinckley, “el testimonio más importante” que podemos recibir del Libro de Mormón y de la Resurrección “es el testimonio del Espíritu Santo cuando habla a nuestro propio espíritu”21. La necesidad de que el Espíritu Santo dé testimonio del evangelio es tan necesaria en los tiempos modernos como lo fue en la antigüedad, y sirve como la mayor evidencia que se puede tener de cualquiera de los dos milagros. “Necesitamos fe”, continuó el élder Hinckley, “fe en la restauración y en nuestro profeta actual, fe en el Señor Jesucristo y en Sus enseñanzas y en Su sacrificio expiatorio. Y lo necesitamos a Él”22.
Sobre todo, el Libro de Mormón es una herramienta especialmente poderosa para obtener el testimonio del Espíritu para la Resurrección de Jesucristo. Como Joshua Gehly observó:
Si el Libro de Mormón es un milagro moderno e inspirado del cielo, entonces Jesucristo está definitivamente vivo y ascendió al cielo. La verdad del Libro de Mormón fortalecería abrumadoramente la veracidad de las proclamaciones del Nuevo Testamento. Documentaría una confirmación transcontinental e independiente del Cristo resucitado. El Libro de Mormón… tiene las llaves de la evidencia más fuerte en apoyo de Jesucristo jamás ofrecida a la humanidad23.
El profeta José Smith testificó: “[E]l Libro de Mormón era el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión; y que un hombre se acercaría más a Dios al seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro”24. Así que a medida que los lectores modernos continúan atesorando, apreciando, y cuidadosamente meditando y estudiando el Libro de Mormón, todos pueden encontrar especialmente sus testimonios de Jesucristo y Su Expiación y Resurrección fortalecidos día a día.
Richard G. Hinckley, “Witnesses of the Restoration and the Resurrection”, en He Was Seen: Witnessing the Risen Christ (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University; Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2024), 1–16.
Joshua Gehly, Witnessing Miracles: Historical Evidence for the Resurrection and the Book of Mormon (Monongahela, PA: The Church of Jesus Christ, 2022).
George L. Mitton, “The Book of Mormon as a Resurrected Book and a Type of Christ”, Interpreter: A Journal of Latter-day Saint Faith and Scholarship 42 (2021): 371–396. Publicado originalmente en Remembrance and Return: Essays in Honor of Louis C. Midgley, ed. Ted Vaggalis y Daniel C. Peterson (Orem, UT: The Interpreter Foundation; Salt Lake City: Eborn Books, 2021), 121–146.
Richard Lloyd Anderson, “Probing the Lives of Christ and Joseph Smith”, FARMS Review 21, no. 2 (2009): 1–29.
1. George L. Mitton, “The Book of Mormon as a Resurrected Book and a Type of Christ”, Interpreter: A Journal of Latter-day Saint Faith and Scholarship 42 (2021): 375.
2. Mitton, “Book of Mormon as a Resurrected Book”, 372.
3. John A. Tvedtnes, The Book of Mormon and Other Hidden Books: “Out of Darkness unto Light” (Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies [FARMS], 2000), 24–25.
4. Richard Lloyd Anderson también ha encontrado paralelismos interesantes entre la historia de la Iglesia antigua, especialmente a través del ministerio de José Smith, y la Iglesia antigua del Nuevo Testamento. Véase Richard Lloyd Anderson, “Probing the Lives of Christ and Joseph Smith”, FARMS Review 21, no. 2 (2009): 1–29.
5. Para una discusión sobre algunas de las pruebas de la realidad histórica de la Resurrección de Jesucristo, véase Central de las Escrituras, “¿Por qué son creíbles los relatos evangélicos de la Resurrección? (Lucas 24:5–6)”, KnoWhy 665 (abril 3, 2023). Encontrará más estudios en profundidad en Michael R. Licona, The Resurrection of Jesus: A New Historiographical Approach (Downers Grove, IL: Intervarsity Press, 2010); Gary R. Habermas, On the Resurrection, vol. 1, Evidences (Brentwood, TN: B&H Academic, 2024). El análisis de Gehly sobre la Resurrección y el Libro de Mormón puede encontrarse en Joshua Gehly, Witnessing Miracles: Historical Evidence for the Resurrection and the Book of Mormon (Monongahela, PA: The Church of Jesus Christ, 2022).
6. Esta colina sería conocida más tarde como Cumorah por los primeros Santos de los Últimos Días, que la relacionaron con la colina llamada Cumorah en Mormón 6:6. Para conocer más sobre la identidad y ubicación de esta colina en el Libro de Mormón, incluidas muchas de las primeras conclusiones de los Santos de los Últimos Días, véase Central de las Escrituras, “¿Dónde está la ubicación de la colina Cumorah? (Mormón 6:6)”, KnoWhy 489 (enero 17, 2019).
7. “Mormonism”, Kansas City Daily Journal, junio 5, 1881, como se cita en Ebbie L. V. Richardson, David Whitmer, a Witness to the Divine Authenticity of the Book of Mormon (masters thesis, Brigham Young University, 1952), 25. Otro relato similar se publicó posteriormente en David Whitmer, “The Last Man”, Chicago Times, October 17, 1881.
8. “Special Correspondence to the Chicago Tribune, Dec. 15”, Deseret News, December 24, 1885, p. 1.
9. “The Golden Tables”, Chicago Times, agosto 7, 1875, como se cita en Richardson, David Whitmer, 158.
10. Véase, por ejemplo, Edward Stevenson, Reminiscences of Joseph the Prophet, and the Coming Forth of the Book of Mormon (Salt Lake City, UT: impreso por el autor, 1893), 13.
11.Véase See Ole A. Jensen, “Testimony of Martin Harris”, MS 5569, folder 1, Church History Library, Salt Lake City, UT.
12. Lorenzo Saunders, otro individuo que era antagónico con José Smith, también registró cómo visitó la colina en 1827 y vio el agujero, pero descartó la historia de José porque no vio “tierra fresca” donde José habría cavado. Casualmente, el relato de Saunders en realidad coincide con el relato de José de haber encontrado la caja tres años antes. Para una discusión sobre este evento, véase Gehly, Witnessing Miracles, 89–90.
13. Gehly, Witnessing Miracles, 87–88. Para una discusión completa sobre la caja de piedra vacía, consulte las págs. 75–102.
14. Mitton, “Book of Mormon as a Resurrected Book”, 388.
15. Para un estudio sobre los testigos del Libro de Mormón en su conjunto, véase Richard Lloyd Anderson, Investigating the Book of Mormon Witnesses (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1981). Para una discusión sobre la lealtad de los testigos a sus testimonios incluso frente a la persecución e incluso la excomunión posterior de la Iglesia en algunos casos, véase Gehly, Witnessing Miracles, 33–74.
16. Gehly, Witnessing Miracles, 93–94. Para obtener más información sobre los testimonios importantes de estas y otras mujeres, véase Amy Easton-Flake y Rachel Cope, “A Multiplicity of Witnesses: Women and the Translation Process”, en The Coming Forth of the Book of Mormon: A Marvelous Work and a Wonder, ed. Dennis L. Largey, Andrew H. Hedges, John Hilton III y Kerry Hull (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University; Salt Lake City: Deseret Book, 2015), 133–153; Janiece Johnson y Jennifer Reeder, The Witness of Women: Firsthand Experiences and Testimonies from the Restoration (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2016), 25–35.
17. Para un análisis de esta manifestación, véase Central de las Escrituras, “¿Qué nos enseña Mary Whitmer acerca de soportar las pruebas? (2 Nefi 27:14)”, KnoWhy 455 (noviembre 7, 2018). Para una discusión sobre la función de estas mujeres como testadoras del Libro de Mormón, véase Gehly, Witnessing Miracles, 93–96.
18. Véase “Trial Report, 28 August 1832 [State of New York v. JS–C]”, pág. 2, The Joseph Smith Papers.
19. Gehly, Witnessing Miracles, 119.
20. Para una discusión de muchos de estos testigos, incluidos los presidentes Joseph F. Smith, David O. McKay, Russell M. Nelson y otros, véase Richard G. Hinckley, “Witnesses of the Restoration and the Resurrection”, en He Was Seen: Witnessing the Risen Christ (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University; Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2024), 1–16. Véase también Gehly, Witnessing Miracles, 155–162.
21. Hinckley, “Witnesses”, 13.
22. Hinckley, “Witnesses”, 14.
23. Gehly, Witnessing Miracles, 15.
24. “Remarks, 28 November 1841”, p. 112, The Joseph Smith Papers, como se cita en la introducción del Libro de Mormón.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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